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Yo soy tu amigo y mi afecto
por ti es muy profundo.
No hay nada que yo te pueda dar que tú no tengas,
pero hay muchísimas cosas que, aunque yo darte no pueda,
sí podrías tú tomar.
No hay cielo que pueda llegar a nosotros a no ser que
nuestros corazones estén en paz. ¡Toma el cielo!
No hay paz en el futuro que no esté escondida
en este corto instante. ¡Toma la paz!
La oscuridad del mundo es sólo una sombra. Detrás de ella,
pero aun a nuestro alcance, hay alegría. Hay luz
y gloria en esa oscuridad, y para verlas
sólo tienes que buscarlas. Yo te exhorto a que tú las busques.
La vida es muy generosa, pero nosotros juzgamos
sus regalos por sus envolturas y en ellas sólo vemos
fealdad, dureza y dificultad. Remueve aquellas envolturas
y debajo de ellas encontrarás un esplendor que entrelaza
amor, sabiduría y poder.
Recibe cada regalo, acéptalo, toca la mano del ángel
que te lo trae. En cada cosa que nosotros vemos como
una prueba, una tristeza, o una responsabilidad,
créeme, están presente la mano de aquel ángel, un regalo,
y la maravilla de una presencia superior.
Lo mismo con nuestras alegrías. No te contentes con
aquellas como alegrías. Porque ellas también esconden regalos más
divinos.
La vida está tan llena de significado y propósito,
tan llena de hermosura - debajo de esa superficie -
ella es como la tierra que esconde tu cielo.
Ten el coraje de tomar todo esto, eso es todo.
Pero coraje tú ya tienes, así como el conocimiento de que
todos somos errantes peregrinos en un país desconocido, nuestro hogar.
Y por esto, en este momento yo te saludo. No
como el resto del mundo saluda, pero con profunda estima
y con oraciones que, como hoy y siempre,
el día te trae y las sombras se llevan.
Escrito
por Fray Giovanni Giocondo a su amiga la Condesa Allagia
Aldobrandeschi en la Noche Buena de 1513. Giocondo nació en
Venecia y fue un hombre admirable. Siendo sacerdote, letrado,
arquitecto, y maestro, él fue un verdadero renacentista. |
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